Probablemente el 22 de mayo no sea una fecha que os
diga nada. Pero Ariana Grande
la tendrá siempre presente en sus pesadillas. El 22 de mayo de 2017, dio el
peor concierto que un artista podría imaginar. El atentado de Manchester colocó
a la cantante en todas las portadas y, lo que es más importante, provocó en
ella un trauma del que todavía se está recuperando.
Un año de silencio después, Ariana despierta con
todos los ojos puestos en ella. “El álbum más importante de su carrera”. ¿Qué
tendrá que decir la cantante sobre lo sucedido? ¿Habrá baladón desgarrador?
Todos estábamos expectantes por ver cómo la pequeña Ariana se rompía ante la
mirada del mundo entero.
No Tears Left
To Cry fue
la elegida para ser la carta de presentación de la nueva era. La artista salía
en la portada en la oscuridad y con un arcoíris en sus ojos, como refractando
la luz con sus mejillas aún húmedas de llorar. Ariana iba a dar al público lo
que estaba esperando. O quizás no. El primer single empieza con unos coros y la
voz de la cantante desnuda, como si fuese el comienzo de “esa balada”. Hasta
que de pronto aparece la percusión y se convierte en un medio tiempo con toques
urbanos. El que ya se ha convertido en un clásico instantáneo es una
declaración de intenciones. “No, no voy a cantar lo que todos esperáis”.
Y es que el comienzo de Sweetener juega con nuestras expectativas de una manera similar. Raindrops (An Angel Cried) solo cuenta
con la voz de Ariana totalmente desnuda, producida exisitamente, demostrando su
virtuosismo y llegando a las nubes. Y cuál es nuestra sorpresa cuando en el
siguiente track ella y Pharrel colaboran en un tema R&B muy rítmico y juguetón.
Blazed está lleno de esos
detallitos en la producción made in Pharrel Williams, productor principal del
álbum. Y es esa estela la que sigue The
Light Is Coming en colaboración con su amiguísima Nicki Minaj. Un tema
super petardo con el que tengo sentimientos encontrados. Ambas canciones están
colocadas ahí para darnos en la cara nada más empezar a escuchar el LP.
Lo cierto es que ya habíamos escuchado Sweetener en nuestra cabeza hace mucho
tiempo y no tenía nada que ver con lo que en realidad ha sido. Ariana Grande
podría haber hecho ese álbum tristón, lleno de canciones lentas de lágrima
fácil y cero personalidad. Pero no lo ha hecho. La artista ha preferido mostrar
su tristeza de una forma diferente. Ocultándola.
El cuarto álbum de Ariana Grande está lleno de
canciones felices, sexuales y juguetonas. Así, por ejemplo, nos encontramos con
las geniales Sweetener o Succesful. La primera cuenta con
producción más R&B clásico, mientras que la segunda recuerda a los sonidos
de los videojuegos de los 90. Una fantasía. Temas desenfadados, llenos de
referencias al sexo con Pete Davidson, que también tiene canción dedicada, o
simplemente a su éxito como mujer. Esta es la principal razón de ser del
tremendo God Is A Woman, uno de los
temas más sexuales, que luego muy hábilmente Ariana ha transformado en un himno
feminista.
¿Qué sentido tiene tanta alegría y tanto sexo en un
álbum así? La respuesta está en R.E.M.
y su “no quiero despertar”. Suelen decir que cuando experimentamos un trauma
tan fuerte, nos quedamos como dormidos. Una especie de sistema de defensa de
nuestro cuerpo para no morir de tristeza. El cuarto track del álbum nos
introduce en la cuarta fase del sueño, esa en la que dejamos la mente volar y
soñamos sin importar lo que esté ocurriendo en el mundo real.
Y es por esta razón que el tono de las canciones es
más alegre de la cuenta, aunque la letra diga cosas como “la luz está llegando
para devolver lo que la oscuridad se llevó”. Incluso, podemos escuchar en la
producción de muchas de las canciones cómo Ariana echa azúcar sobre ellas,
haciendo honor al título del álbum. Es una felicidad irreal.
De ahí que pueda despertar de ese sueño a las tantas
de la noche y darse cuenta de que todo era un sueño. Es ahí donde aparecen Everytime o Breathin. Temas producidos por Max Martin que recuerdan mucho más a
Dangerous Woman que a este álbum. Con
un sonido pop electrónico, son claros candidatos a hit, en los que casualmente
ya no se escucha caer el azúcar. Es por eso que sus letras también son mucho
más duras, sobre todo Breathin y sus
referencias a la ansiedad de Ariana.
El álbum cierra con una última etapa algo más
descafeinada, sobre todo por canciones como Goodnight
n Go. Aunque Better Off y, sobre
todo, Borderline han mejorado
bastante con las escuchas. Equilibran muy bien lo delicado de una con lo urbano
de la otra.
Al terminar la noche, Ariana Grande despierta de
nuevo para dar el punto y final con Get
Well Soon. Un último tema muy clásico que se queda algo corto para cerrar
un álbum así, no por no ser la gran balada, sino por quedarse en tierra de
nadie. Tan solo lo salvan esos cinco minutos veintidós de silencio como
recuerdo a las víctimas del atentado, haciendo referencia a la fatídica fecha.
Como mucha gente ha dicho ya, Sweetener ha sido víctima de las expectativas. Pero, ¿qué pasa si
es eso lo que Ariana Grande buscaba? Jugar con nuestras expectativas. Todo el
mundo conoce el año tan horrible que ha vivido, sin contar además con la
reciente muerte de Mac Miller. Como artista, ha optado por traer una propuesta
diferente. No contarnos lo triste que está, sino cómo ha afrontado esa
tristeza.
Para poder seguir viviendo, Ariana ha tenido que
edulcorar la realidad con ese azúcar presente en todo el sonido del álbum. Se
ha agarrado a su relación con Pete Davidson y a su poderío como mujer para
salir adelante. En un plano en el que ya no sabía qué era real y qué era un sueño.
Sweetener es, además, una apuesta
decidida en cuanto a sonido con ese R&B calmado lleno de detallitos. Se ve
que en esta ocasión Ariana ha hecho lo que le apetecía, independientemente de
que fuera lo que más iba a gustar. No es un disco sin fallos, por su puesto;
muchas canciones suenan parecidas, con melodías poco pegadizas y temáticas
repetitivas. Pero porque lo interesante de Sweetener
no son sus letras, sino la dura verdad que hay detrás de ellas.
Estamos ante el disco más triste de la carrera de
Ariana Grande, uno al que le da vergüenza llorar en público. Que pone buena
cara y nos transporta a un mundo onírico en el que todo es dulce, sexual y
divertido, un mundo en el que el 22 de mayo es una fecha como otra cualquiera.

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