Análisis de MOTOMAMI de Rosalía: El Mal Desear



A principios de los 2000 hubo una marca de pantalones que se hizo muy muy famosa entre cierto tipo de chicas adolescentes. Los Motor, eran unos vaqueros con el bajo de campana muy abiertos, que tapaban las enormes zapatillas de plataforma, pero muy pegados al culo y con el nombre de la marca en grande para atraer todas las miradas. Probablemente Rosalía era una de esas chicas que llevaba pantalones Motor.


Hace unos meses se hizo viral un vídeo de una joven Rosalía yendo a cantar al programa Tú Sí Que Vales y desafinando de forma espectacular. ¿Quién le iba a decir a esa chica de 4º de la ESO que años después estaría lanzando el primer single de su álbum MOTOMAMI junto al mayor artista masculino del mundo? LA FAMA fue un single inesperado. Yo veía cómo Rosalía iba sacando singles muy comerciales como Con Altura o Yo x Ti, Tú x Mí y yo siempre respondía a los “se ha vendido” con un “verás cuando llegue el disco”. Pero la colaboración con The Weeknd no fue ese Malamente que muchos queríamos de ella. En su lugar tuvimos una bachata sin mucha vuelta de hoja, que recordaba mucho a ese mítico Obsesión de Aventura. Y es curioso, porque al final hablan de cosas muy parecidas. La canción cuenta que esa “fama no va a quererte de verdad”, sino que es una obsesión que “tan pronto viene, se te va”.


Pero fue el segundo single, SAOKO, el que realmente sentó las bases de lo que Rosalía venía a hacer con MOTOMAMI. ¿Una canción jazz reconvertida en reggaetón con un sample de Daddy Yankee y Wisin? ¿Una canción de raggaetón sin estribillo, en la que si quitas el beat, escuchas un piano que podría estar improvisado en un bar? He leído muchas críticas a la letra de SAOKO. Pero si la canción habla de transformarse, no lo hace precisamente porque Rosalía no pare de repetir “yo me transformo”. Sino porque la producción no para de hacerlo entremezclando géneros sin darte a penas cuenta. Ese es el gran triunfo de MOTOMAMI, la música es el mensaje.

 

Sin embargo, a pesar de esto el disco no acababa de convencer al gran público. CHICKEN TERIYAKI y sus hiperestudiados bailes para TikTok o la oda al miembro de Rauw Alejandro que es HENTAI eran un vergel de mofas entre las “grandes mentes” de internet. Y Rosalía era muy consciente de ello. Probablemente Columbia Records haya puesto mucho dinero para promocionar el disco de la catalana, pero nunca había visto tanta publicidad no pagada de un álbum. Solo lo puedo comparar con el uso que hizo Gaga de las filtraciones entre sus fans en la promoción de Chromatica y se queda muy lejos.

 

Mofas que se han reconvertido mágicamente en alabanzas cuando el disco ha salido a la venta. ¿Qué ha ocurrido para que cambie tanto la narrativa alrededor del álbum? Bueno, parece que Rosalía solo estaba mostrando parte de MOTO, una mitad de la obra que es MOTOMAMI. Canciones más bailables con letras algo más ligeras y divertidas. Como BIZCOCHITO, una mamarrachada maravillosa que suena a barraca de pueblo. O LA COMBI VERSACE, la otra colaboración con Tokischa, un reggaetón old school súper oscuro, y futurista al mismo tiempo, con el que dan ganas de pisar un par de caras.


Y es que parece que a artistas "creativas" como Rosalía no se les permite ser demasiado “comerciales” y, si deciden serlo, tengan que hacerlo en los términos que esperamos. Algo que me ha recordado constantemente a la era de ARTPOP (también de Gaga). No solo porque también referenciaba a la Venus de Botticelli en la portada, sino por las críticas que recibió por su intento de llevar el pop mainstream a un terreno más artístico. A todo eso Rosalía contesta en BULERÍAS, un tema que demuestra que podría haber hecho un El Mar Querer 2.0 si así lo hubiera querido. Quizás habría sido más fácil a nivel comercial. Pero ella reivindica en este tema que cantando reggaetón, como lo hace en CANDY, que combina música latina con R&B, es tan cantaora como cualquiera.

 

Pero MAMI, la otra mitad del álbum, esconde otra cara mucho más sentimental. G3 N15, debe su nombre a la fecha en la que estalló la pandemia en nuestro país. En ella le cuenta a su sobrino lo que es vivir en EE.UU. y reflexiona sobre las cosas que se está perdiendo por culpa de la vida que ha elegido. Un tema precioso que podría haber firmado James Blake o Frank Ocean, con los que ha colaborado en la composición del LP. Y que conecta con COMO UN G, una balada preciosa que lleva estas reflexiones al terreno amoroso. Hablando de dejar ir y asumir que las cosas acaban. Una parte del disco en el que la producción se hace mucho más sencilla y orgánica. Aquí las letras vuelven a tomar protagonismo y es la voz la que se escucha en primer plano. Pero Rosalía, entonces, la retuerce y manipula con Autotune y Vocoder como un instrumento más. Volviendo a jugar así con lo que se espera de una canción de estas características.

 

Parece como si MOTOMAMI fuera una conversación entre dos Rosalías. Una ambiciosa y otra reflexiva. Quizás esa MOTO sea la Rosalía adolescente deseosa de alcanzar la fama, un poco salida, que sueña con sacar un temazo como Obsesión o Saoco. Y MAMI, una Rosalía más crecidita, que le responde, como en el bolero DELIRIO DE GRANDEZA, que la fama es efímera. Que hay muchas cosas que perderá por el camino y que tiene que ser fiel a ella misma.


Y es en este punto en el que vemos como Rosalía se desata a nivel creativo y juega con géneros que ya no me atrevo a clasificar. Como en DIABLO. Una canción que parte de una base latina, pero que entremezcla con ritmos y armonías flamencas y que, además, distorsiona de unas maneras que recuerdan a lo que Arca ha conseguido con sus Kick. Un pastiche inclasificable que podría sonar fatal, pero suena alucinantemente bien. Algo que también me pasa con CUUUUuuuuuute, un tema súper destroyer, con una producción que es una auténtica bomba. Pasando de momentos cañeros a otros de piano y balada en un segundo. Y que vuelve a incidir en las críticas que ha recibido, en este caso, desde la perspectiva del que las lanza.

 

Porque, ¿qué es la creatividad sino combinar cosas que ya existen de forma diferente? Las letras del abecedario son iguales para todos, somos nosotros los que formamos palabras que signifiquen cosas nuevas. Y que, como termina diciendo en SAKURA, ni siquiera eso es nuevo para siempre. La preciosa balada de cierre no cuenta con grandes distorsiones. Es simplemente Rosalía hablando a la pequeña “Sakura” desde el escenario de un concierto, diciéndole que no se puede ser una popstar para siempre. Que nada dura eternamente. Que el éxito se acaba y que solo quedarán el arte y el amor que hayas dejado a tu paso.  


MOTOMAMI va a de deseos, de expectativas. De obsesionarse con la fama, con ser una estrella y crear la obra más original de la industria. Y durante toda la promoción, Rosalía ha jugado precisamente con las expectativas del público. Con que la gente deseaba otra cosa de ella, pero la vida muchas veces no nos da lo que esperamos. Y lo hace jugando con la música y con cómo nos esperamos que tiene que sonar una balada, una canción que habla de sexo o un bombazo reggaetonero. MOTOMAMI habla de la creatividad en sí misma y de cómo las cosas siempre tienen un final. De cómo ni si quiera la originalidad es original para siempre. Pero, sobre todo, MOTOMAMI es una carta de amor a aquella adolescente que vestía pantalones Motor, veía anime por la tele y escuchaba a Wisin en la feria de su pueblo, y que un día deseó con todas sus fuerzas ser artista.






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