El Mal Querer de Rosalía | Cuando hay barreras que nunca debieron existir


Flamenca es una obra literaria escrita en el siglo XIII, que cuenta cómo la hija del conde Guido Nemours, después de casarse con Archambaut de Auvernia, es encerrada en una torre. Lo curioso de esta novela es que no tiene final; las últimas páginas se perdieron, así que nunca sabremos si Flamenca consiguió escapar de su cautiverio. Flamenca, además, es el punto de partida del nuevo álbum de Rosalía, El Mal Querer.

Se ha hablado mucho del segundo disco de Rosalía, y muchos ya tenían su opinión formada antes si quiera de escucharlo. Y es que cuando aparece algo con tanta repercusión en cualquier ámbito, miles de voces se alzan tanto a favor como en contra, luchando por imponer su opinión al mundo.
Aunque suene raro, tanto en Cataluña como en mi tierra, Navarra, hay núcleos muy potentes alrededor del flamenco. Fue después de diez años absorbiendo y aprendiendo cuando nació Los Ángeles; un disco que habla sobre la muerte. Si lo escuchamos ahora, el sonido resulta relativamente tradicional, pero ya experimentaba con los instrumentos y la producción, tocando las guitarras de forma brusca, buscando la fuerza de eléctricas. Es aquí donde apareció el germen de El Mal Querer.  
Malamente es, al margen de todo lo demás, una revolución en sí misma. Un tema que utiliza una base de pianos hip hop-trap, solo que en vez de combinarla con percusión de música urbana, lo que acompañan son palmas. En este primer single Rosalía recrea el ambiente de un tablao flamenco sobre un tema que no lo es. Un augurio de todo lo que estaba por venir.

Cuando escuchamos Pienso En Tu Mirá, además, nos dimos cuenta de que lo que traía la cantante era una historia. Una obra distribuida en capítulos como si de un libro o un disco de Beyoncé se tratara. El Mal Querer es una historia que nos cuenta los estadios de una relación tóxica y violenta, que alterna entre la visión de ella, la muchacha enamorada, y de él, el agresor. Entre la tradición y la modernidad.
Sin embargo, fue con la llegada del disco cuando entendimos la dimensión del proyecto. Pues El Mal Querer además de seguir un esquema similar a Lemonade, se acerca a la grandiosidad y minuciosidad de LVBNA de Mónica Naranjo. Es por eso que, después del shock inicial por ver que hits como Houte Couture no estaban incluidos, entendí que la decisión de Rosalía había sido mucho más valiente de lo que parecía. Dejando fuera temas pop urbano que habrían hecho las delicias de las radios (la mal llamada “Esto está encendío” está producida por Pharrel Williams) estaba apostando por una atmósfera y una entidad de obra literaria muy concreta, que ha conseguido que se respire en todo el LP.
En contraposición a esto, nos encontramos con canciones más cercanas al flamenco y la copla tradicionales como Que no salga la luna o Di mi nombre. Esto a su vez se entrelaza con otras con instrumentación sinfónica como Reniego.
Este aspecto tradicional del sonido del álbum, choca con la experimentación que está tan presente en capítulos como De aquí no sales. Este track en concreto es digno de estudio. Utiliza el sonido de motores, frenazos y sirenas para representar la violencia. La canción no suena “agradable”, porque lo que está contando no lo es; es brusco, es dañino.

O Bagdad y su tan comentado sampleo de Cry me a river de Justin Timberlake. En la que, lejos de limitarse a utilizar el trocito de sonido y ya, como Crying in the club de Camila Cabello, lo integra y modifica, apareciendo tal cual en las estrofas, pero con una tonalidad diferente en los estribillos. Sin duda, es un momento icónico dentro del álbum.
Pero como bien dice Rosalía, esta es una obra voz-centrista. De ahí que aunque el disco lleve un trabajo de producción obsesivamente perfeccionista, suena minimalista. Esto es porque la música deja silencios intencionadamente para que la voz de la cantante tome protagonismo. Rosalía suena enorme, y con ella las voces blancas presentes en canciones como Pienso en tu mirá o la voz experimentada de Rossy de Palma.
Aunque si hablamos de la voz, tenemos que hablar de cómo la retuerce y modifica en temas como Nana o Bagdad. Rosalía y El Guincho han creado toda una atmósfera cercana a lo religioso, con un coro de Rosalías, con una clara influencia de James Blake. Es fantástico.
El álbum cierra dando fin a la historia que nunca tuvo final. Aquí Flamenca sale victoriosa y se toma la justicia por su mano. En Maldición tenemos un órgano eléctrico que nos va guiando al desenlace cuando, de pronto, la canción se corta y aparecen unos efectos de sonido de una espada propios del anime o de un videojuego. Sí, de anime. Una fantasía.

Esto da paso al track final: A ningún hombre. Un cante totalmente desnudo que únicamente cuenta con la voz de Rosalía, solo que al final de este camino, Rosalía ya no es solo Rosalía. La voz de la cantante es acompañada con numerosas otras voces de otras Rosalías que han vivido este mal querer antes que ella. Voces modificadas, como viniendo de otro mundo, de mujeres que quizás no tuvieron la suerte de poder contarlo.
El Mal Querer es una obra abrumadora. El arte del flamenco es extremadamente complejo, pero además Rosalía se atreve a entremezclarlo con otras cosas y que, además, ha envuelto con un universo lleno de símbolos, imágenes y referencias. El álbum es un choque constante entre la tradición y lo moderno, entre lo purista y la producción pop y urbana, entre el antiguo machismo y el nuevo empoderamiento femenino.
Rosalía además de alabada, ha sido muy criticada. Una cantaora catalana. Que si es un producto, que si se está apropiando de una cultura que no es la suya.
El Mal Querer es un disco que habla de libertad. Libertad de una autora que compone y produce un disco inmenso de forma independiente; y que luego es perseguida por las discográficas de todo el mundo para promocionarlo. Libertad de una cantaora con un gran talento para interpretar y emocionar a todo tipo de gente, ya sea en un tablao o en los premios MTV EMA. Libertad de una mujer a lanzar un mensaje de empoderamiento femenino al mundo y, sobre todo, a su público más joven.
La cultura, como las mujeres, no tiene dueño. Ya no hay cautiverio, ni hay torre, ni barreras que nunca debieron existir. Flamenca es libre.





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