“Sed mi testigo, mi
acompañante, alguien que hable mi mismo idioma”. Katy Perry nos pedía en Witness que fuéramos sus cómplices y
para ello nos dejaba mirar en su interior. Con mayor o menor acierto, la verdad
es que Katy se ha mostrado mucho más en esta era que en otras anteriores. Es en este punto donde aparece su nuevo show, Witness:
The Tour. Un ámbito, el directo, en el que debería haber una conexión mayor al ser en principio mucho más cercano.
Al igual que en The Prismatic World Tour, su mejor gira
hasta la fecha, Katy nos presenta la escenografía en torno a una gran pantalla,
esta vez en forma de ojo, que servirá de hilo conductor durante todo el show.
Como ya ocurrió en su anterior era, esto hace que los sets sean muy variados,
llenos de cambios de color. En este caso, sin embargo, la estética y el
concepto del álbum están mucho más marcados, es por eso que el tour de Witness guarda mucha más coherencia
interna.
Esta nueva gira comienza con un
viaje por el universo en el que nos encontramos a Perry subida en una estrella.
La temática espacial tiene todo el sentido dentro del concepto de la era y deja
clara la inspiración que ya habíamos visto en la estética de David Bowie.
Viejas y coloridas glorias
Si en el primer set predominaba
el rojo dentro de un aire oscuro, en la segunda parte llega una explosión de
color. Como ya habíamos podido intuir en la actuación de Roulette (claro siguiente single después de ver la escenografía),
Perry sigue apostando por la gran cantidad de atrezzo. Esto hace que el concierto sea muy dinámico, con mucho movimiento, pero con lo que corre el riesgo desaparecer entre tantos elementos, cosa que pasa en
muchas ocasiones en Witness: The Tour.
Esta segunda fase dentro del
show sirve para dar colorido, pero me resulta excesivo el protagonismo de sus
anteriores hits. Como contrapartida, Katy ha sabio presentarlos de forma
distinta, haciendo arreglos instrumentales que les dan otro toque.
Concretamente Hot N’ Cold y I Kissed A Girl salen bien paradas en
sus nuevas versiones.
Sensualidad a lo natural
Después de tanta dulzura, la
cantante saca su lado más sexy rodeada de rosas gigantes, insectos y plantas
carnívoras. Gracias a la temática espacial, Katy va "aterrizando" en diferentes
planetas que le sirven de excusa para cambiar totalmente la estética y los
colores del escenario.
Conforme va avanzando el show,
Katy Perry va cogiendo confianza, algo que se agradece. Es curioso cómo es en Déjà Vu, una actuación sorprendentemente
sencilla, donde la cantante toma protagonismo y saca más actitud al interpretarla.
A esto también puede ayudar su
espectacular outfit, que recuerda al traje del videoclip Paparazzi y al de la actuación del mismo tema en la gira ArtRave. Lady Gaga es la primera referencia que nos viene a la
cabeza si hablamos de los vestuarios del show; sin embargo, aparecen elementos
de muchos otros artistas, como Kylie Minogue, Beyoncé o The Cranberries.
La soledad de las estrellas
Y si en el anterior set
decíamos que estar sola en el escenario favorecía a Katy, en esta parte mucho
más íntima consigue lucirse enseñándonos lo que ha mejorado vocalmente. Y es
que, tanto en Thinkin Of You subida a
Saturno como en Save As Draft, saca
su lado de cantautora y demuestra que, si está más tranquila, puede cantar y muy
bien. En esta última, sinceramente, me ha sorprendido.
Es aquí donde rompe un poco la
excesiva coreografía del show. No porque se pase todo el concierto bailando,
sino porque cada movimiento que hace está pensado; no hay espacio para la
improvisación ni la naturalidad salvo en estos momentos más tranquilos.
Katy ft. Minecraft
Para
terminar, Katy nos presenta un set muy videojueguil en el que nos lleva a un
planeta en el que todo está hecho de píxeles. Otra decisión acertada que le da
toda la libertad para mostrar en pantalla lo que quiera pasado por ese filtro y
que tiene mucho que ver con otra de las bases de la estética del tour: el
vaporwave. A medida que vamos viendo imágenes, se introducen pequeños elementos
en pantalla, pero en las últimas fases del concierto, este estilo artístico lo
inunda todo. Y es que el vaporwave comparte muchos de los valores que lleva
implícitos Witness. La sensación de
falta de rumbo, de nostalgia y de ser autoconsciente del tiempo en el que se
vive.
Firework sigue actuando como cierre de
concierto, ya van tres de cuatro en la carrera de Katy Perry. Por un lado es
lógico, es optimista, motivador, todo por lo que yo reclamaba Gypsy como single de ARTPOP; pero por el otro, deja constancia
de la necesidad que tiene Katy de un nuevo himno de este estilo en su carrera.
Una actuación que me ha resultado excesivamente estática subida a la mano de una estatua que le
observa.
Witness: The Tour consigue medirse cara a cara
con The Prismatic World Tour. Un show
lleno de cambios de vestuario, de color en las pantallas y de mucho atrezzo, quizás demasiado. Todo lo que ya hacía en su anterior era, solo que esta vez
consigue más coherencia entre los sets gracias a ese viaje planetario y al
vaporwave para unificarlo todo. Es definitivamente una gran gira pop. No tengo
más que palabras positivas para su equipo creativo, uno de los más valiosos de
la escena musical.
Sin embargo,
el hándicap de que sea un show tan bien pensado es que no deja espacio para que
Katy pueda improvisar. Se echa en falta naturalidad y momentos en los que la
cantante pueda tener libertad de movimiento. Es en esos momentos, los que no
son de base los grandes números del show, donde Perry saca más actitud y
conecta mejor con el público, lo que era en un principio el objetivo de la era.


Comentarios
Publicar un comentario