Big Little Lies: Cuando las mentiras lo inundan todo




Al igual que el agua, las mentiras se filtran entre las personas por pequeños recovecos y van resquebrajando lo que antes era sólido como una roca. Porque con tiempo, el agua puede ser uno de los elementos más destructivos, erosionando hasta los acantilados más robustos.

 Big Little Lies se ha convertido en uno de los fenómenos de este año. HBO, necesitada de dramas que suplan la futura ausencia de su buque insignia, Juego de Tronos, se atrevió a lanzar una apuesta diferente dentro de su oferta. Una ficción que se cimentaba en su espectacular elenco, lleno de nombres que por sí solos venderían una película.

La triunfadora de los Emmy Nicole Kidman y Reese Witherspoon son cláramente los pilares de la serie. Ya sabíamos de su talento, pero no por ello dejan de sorprendernos. Sufrimos con Celeste y su trágica historia y sentimos empatía con las dudas de Madeline, un personaje fantástico lleno de matices. Sin embargo, junto a ellas, ha surgido una de las claras sorpresas de la producción, Shailene Woodly. La protagonista de Divergente no destacaba en la saga distópica, sin embargo, aquí está inmensa, midiéndose de tú a tú con este par de gigantes del cine. Las tres forman un pack sólido que consigue conectar con mujeres (y hombres) de todo tipo.

Y es que esta es una de las decisiones que han convertido en Big Little Lies en mucho más que una versión de Pretty Little Liars con madres. Los constantes flashforwards con un asesinato que ocurrirá, algo muy How To Get Away With Murder, ayudan a mantenernos en tensión y ese aire de reality que le dan los comentarios de los testigos engancha de una manera diferente. La apuesta firme de HBO ha conseguido tener personalidad dentro del feed de la plataforma y destacar tanto por su fantástico guion, que muestra las inquietudes y desasosiegos de mujeres maduras del s. XXI, como por su apartado fotográfico.

Al igual que la desaparecida Utopía conseguía que cada plano tuviera un detalle en amarillo, si tuviéramos que identificar esta producción con un color, sería el azul (concretamente azul celeste). Este color lo inunda todo, como representación del mar, elemento característico de la serie. Y es que todo fluye en Big Little Lies. Las transiciones entre imágenes son suaves, haciendo pequeños flashbacks que cuentan la historia de Jane confundiéndose con el presente e intercalándose con olas que rompen en la playa.

De la misma forma, esta forma orgánica de plantear la serie es algo que afecta a la propia música. Cada melodía que aparece en pantalla está sonando dentro de la propia escena, ya sea porque uno de los niños lo reproduce en su iPad o porque Celeste está caminando con auriculares para evadirse del infierno que es su hogar. Esto es sencillamente genial.

Todo en este apartado está medido. Porque hasta la canción del opening, Cold Little Heart de Michael Kiwanuka, pone en situación y nos mete de lleno en la atmósfera de la serie. Un temazo con guitarras y voz rasgada que me ha obsesionado desde que la vi. Os animo, por cierto, a escuchar el álbum entero.

Las mentiras de las que habla el título lo empapan todo. Las relaciones que aparecen están llenas de engaños, teniendo cada mujer uno que identifica su personaje y que da paso a otras de menor tamaño que van erosionando las familias de cada una y las del resto. Una historia que engancha desde el minuto uno, tanto por lo que cuenta, como por cómo está contada.

HBO se ha marcado un gran tanto con Big Little Lies. No es una serie perfecta, eso quiero dejarlo claro; para mi gusto, el guion está demasiado bien cerrado, encajando las piezas quizás en exceso. Pero el conjunto final es muy bueno. Tanto que se ha anunciado que se trabaja en una segunda temporada, pese a que la idea inicial era que solo hubiera una. Solo espero que esta nueva etapa no se estanque desmereciendo la primera (como pasó con otras como True Detective) y que todo fluya tan bien como en la original. 

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