Los ojos son una parte del
cuerpo llena de simbolismo. Nuestro subconsciente interpreta que la imagen de
alguien sin ojos es una persona sin vida. Por eso, aunque veamos que su cuerpo
se mueve, nuestra mente nos dice que está muerta. Algo que ya nos enseñó muy
hábilmente David Bowie en la imagen de Blackstar.
Curiosamente, la imagen de un
ojo de forma independiente simboliza lo divino. Alguien que nos mira y nos
vigila, que nos observa en cada paso que damos. Alguien además, que posee la
verdad absoluta.
Cuando Katy Perry nos presentó
la portada de Witness, además de
dejarnos encantados con el apartado artístico de su nuevo trabajo discográfico,
también dejó entrever sus intenciones. Quiere que la observemos. Quiere
contarnos la verdad sobre ella y que terminemos viendo la persona que vive
detrás del personaje de Katy Perry.
“Busco un testigo, alguien que
hable mi mismo idioma, alguien que camine conmigo”. “Nada que esconder, está
todo en sus ojos”, nos canta.
El primer contacto con Witness no podría ser más revelador.
Comenzamos con unas guitarras que poco o nada tienen que ver con lo que hemos
escuchado hasta ahora de Katy. Lejos queda ya la promoción de PRISM en la que aparecía quemando su
famosa peluca azul. Ya no valen promesas vacías de cambio y, sin embargo, aquí
lo tenemos. Un giro total a su carrera con un tema misterioso, ambiental e,
incluso, algo alternativo. Pero esta no era la primera vez que lo escuchábamos.
El primer tema del álbum fue, curiosamente, como ya pasó con Aura de Lady Gaga, nuestro primer
contacto con él gracias a una misteriosa filtración.
Podemos intuir que los últimos meses no han sido fáciles para Katheryn Hudson. Le hemos visto hacer una campaña muy efusiva para Hillary Clinton, lidiar con un sinfín de críticas por sus cambios de imagen, rupturas y hasta desnudos e, incluso, lanzar el flopazo de su carrera con Rise. Un tema que hablaba de levantarse tras cada caída y que ya llevaba gran carga de experimentación; pero que, a mi parecer, se quedaba a medio gas. Y es que, como nos confiesa en Mind Maze, llegó a perder su dirección, “a caer en arenas movedizas”. Este tema es el más personal del disco. No encuentra su camino, se siente desmotivada, nos confiesa. Es por eso que, de forma claramente deliberada, choca todavía más lo robótica que suena su voz siendo un tema tan íntimo. Una apuesta decidida que se ve en todo el álbum, con una electrónica que va desde los 80 a los 90 y que en momentos muy concretos me llega a recordar a lo que ya trajo Lady Gaga con The Fame.
Podemos intuir que los últimos meses no han sido fáciles para Katheryn Hudson. Le hemos visto hacer una campaña muy efusiva para Hillary Clinton, lidiar con un sinfín de críticas por sus cambios de imagen, rupturas y hasta desnudos e, incluso, lanzar el flopazo de su carrera con Rise. Un tema que hablaba de levantarse tras cada caída y que ya llevaba gran carga de experimentación; pero que, a mi parecer, se quedaba a medio gas. Y es que, como nos confiesa en Mind Maze, llegó a perder su dirección, “a caer en arenas movedizas”. Este tema es el más personal del disco. No encuentra su camino, se siente desmotivada, nos confiesa. Es por eso que, de forma claramente deliberada, choca todavía más lo robótica que suena su voz siendo un tema tan íntimo. Una apuesta decidida que se ve en todo el álbum, con una electrónica que va desde los 80 a los 90 y que en momentos muy concretos me llega a recordar a lo que ya trajo Lady Gaga con The Fame.
Es por eso que Witness es un
álbum, ante todo, coherente. Trae un sonido muy definido y personal. Temas como
el tremendo Swish Swish junto a la
gran Nicki Minaj, el misterioso Roulette
o, el más comercial, Déjà Vu son
verdaderos hits que, y esto es algo que me ha pasado con todas ellas, crecen
mucho con las escuchas. Sin embargo, cuando vamos avanzando canciones en el
disco, nos damos cuenta de que, aunque diferentes, nos van sonando
relativamente similares. Un error que suele darse en discos con una propuesta
muy marcada en sonidos como ya pasó con The
Original High de Adam Lambert.
Esta última, Déjà Vu, nos
introduce a la Katy Perry en pareja. En Witness
también hay sitio para el amor o, más bien, para el desamor. La cantante ha
tenido varias relaciones últimamente que no han terminado en buen puerto. Tanto
en Power como en Miss You More, nos muestra ese lado de la cantante. Una pena que,
ya sea desde una perspectiva más poderosa en la primera o la fragilidad de la
segunda, ninguna destaca especialmente en producción.
Además de contarnos sus momentos flacos, Perry nos habla en este disco de
sus inquietudes sociales. Hay momentos en los que se nos presenta como una
mujer fuerte dispuesta a denunciar el machismo en el mundo del espectáculo como
vemos con Bon Appétit, aunque no esté
tan acertada en producción. O en Chained
To The Rhythm, un verdadero himno en el que nos anima a despertar de esta
rutina llena de superficialidad y apariencia. Ambas, por cierto, con dos de sus
mejores videoclips. Este aspecto social del álbum está claramente representado
en Bigger Than Me, que cuenta con
ritmos más lentos y muy buen gusto en la producción. “Aunque mire la arena, solo
soy un grano. Pero mi intuición me dice que tengo una misión mayor que
aceptar”.
Es por eso que no entiendo la posición de Tsunami después del temazo que es el primer single. Un intento de
introducir a la mujer sexual que también es Katheryn y que luego continuará con
Bon Appétit. Sin embargo, utilizando
un juego parecido a Holly Water, se
queda muy por debajo del tema de Madonna.
Al margen de ciertas canciones que se quedarían un tanto a medias,
podríamos hablar de las mejores letras de la carrera de Katy Perry, que se
estructuran en tres fases bien diferenciadas. Una parte en la que ella es la
protagonista, que empieza con momentos más cañeros y que se va tornando más
personal en Mind Maze y Miss You More. Después una fase con
temática social que cierra con Bigger
Than Me. Y, por último, una última etapa en la que vuelve ella al primer
plano con Save As Draft, una balada
que me resulta algo aburrida y el interesante Pendulum, que nos retrotrae a los 70. El álbum cierra con Into Me You See, una canción que nos
resume totalmente lo que acabamos de escuchar en Witness, al margen de que se haga un poco lenta de escuchar.
En este último track, Katy habla de que se ha construido una serie de
muros para protegerse. Que estaba petrificada, escondida. Se había convertido
en una máquina que no estaba realmente viva para no sentirse mal. Es por eso
por lo que la canción en la que más humana se siente, Mind Maze, es la que más robótica se escucha su voz. La electrónica
en este álbum simboliza esos muros. Electrónica que desaparece en el tema que
cierra el tracklist. Se escuda tras esta producción porque se siente insegura,
sin rumbo. Es por eso por lo que a veces nos gustaría que fuera más tajante en
sus letras o que hubiera más canciones realmente personales dentro de Witness. Podrá no gustar a todo el
mundo, como he dicho, muchas canciones suenan similares y, sin duda, esta Katy poco
tiene que ver con lo comercial de Teenage
Dream. Y, sin embargo, creo que el conjunto es mayor que la suma de sus
partes. Lo que hace importante a Witness
como álbum en la carrera de Katy Perry es que nos cuenta mucho más de ella de
lo que podríamos apreciar a simple vista.


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